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sábado, 14 de febrero de 2015

Excusas oscuras

Silencio, oscuridad, muerte, dolor y nada. Es lo que existe en la mente de un desolado, en el cuerpo de un olvidado.

Juan Pablo había vivido toda su vida cómodamente, el era de una de las familias mas adineradas de España. Él no necesitaba nada, él necesitaba todo.

Escucho el primer pitido del despertador a las 6:59 de la mañana, el no tenia nada que hacer, solo le gustaba mirar el amanecer desde su chalet en Nerja, podría saborear los anaranjados del cielo como si fuera el mas dulce néctar de una reina abeja. Logro todo lo que quería en su vida pero igual se odiaba, necesitaba algo que ni si quiera el podía comprar.

Después de ver durante 15 minutos el amanecer decidió que era el tiempo de irse a pasear por las costas del pueblo. Con sus casi 52 años Juan Pablo no pudo ver nada de la vida.
Cada paso que hacia era un recuerdo de lo que alguna vez hizo, el amor nunca fue uno de ellos, con su blanquecina piel llamaba la atención de aquel pueblo pero nunca se sintió querido. Juan era una buena persona pero todos le tenían miedo, quizás porque creían que el dinero lo había cambiado o quizás simplemente lo odiaban por tener mejor vida que la de ellos.

En su soledad juan nunca lo soporto, fue a los mejores analistas, participó de seminarios auto-ayuda, pero nada, nada.  Su soledad seguía, su soledad permanecía. El lo único que pudo hacer fue escribir sus memorias en papeles de bares que el concurría, solía dejarlos para que el cantinero lo leyera o no pero el le gustaba creer que eso lo hacia un poco eterno.

Cuando era niño el le encantaba estar al aire libre escuchando a su padre con la guitarra y ver a su madre como lo idolatraba sabiendo que no era tan bueno. Eso fue la primera vez que vio el amor. Y la ultima. El amor que tenían sus padres fue eterno, luego de una lucha interminable contra régimen franquista ellos simplemente no lograron ganarles.

Juan Pablo llego al bar que el siempre iba a almorzar, quizás no era el mejor del pueblo pero alguna vez sintió algo allí. Mientras almorzaba un plato suculento de pescado volvía recordar porque estaba solo.
Lo entristecía saber que el no tenia nada mas que un montón de cosas inútiles que el compro solo para sentirse menos vacío. Escuchaba un pequeño susurro que le decía la verdad, la verdad que el nunca quiso escuchar, la verdad de la soldad, la verdad de su mentira.

Luego de un tiempo de jugar con la comida Juan Pablo decidió que era tiempo de irse, pago la cuenta y salio con su triste mirada. El camino de vuelta a su casa, escucho como una pareja discutía y se quedo a observar lo que sucedía. Estaba tan solo que lo único que deseaba era que alguien, aunque sea con odio, lo mirara, porque sabia que el día de mañana el iba a morir, el iba a dejar existir.

Mientras caminaba en sus pensamientos de dolor, Juan se cruzo con una bella dama, que el solía conocer en sus años mozos. Él la saluda pero no recibe respuesta alguna, extrañado y algo ofendido sigue su marcha hacia su chalet.
El recuerdo de una posible vida lo destruía poco a poco porque sabia que nada ni nadie lo recordaría. Destino de un ser malvado que alguna vez molesto, o si quiera miro.

No recordaba mucho de su vida, quizás porque negó el hecho que ya había terminado, al fin y al cabo nunca fue feliz y sin previo aviso termino, termino en un silencio que nadie dijo, unas palabras de adiós de un desconocido y nadie mas, nadie mas.

Juan Pablo nunca lo supo, creyó que era un sueño y como la vida seguía el también seguía. Pero cuando uno muere sus seres queridos lo buscan, pero nadie quería a Juan, por eso nadie lo busco.

Su chalet ya no era su chalet, es mas ni siquiera era un chalet, era un hotel de renombre internacional y que todo concurrían.  El amanecer solo era una excusa que el mismo se decía para poder escapar de ese amado y a la vez odiado lugar. 
La gente que lo miraba en la playa realmente nunca lo miro, quizás solo pasaban por allí y el con su triste esperanza, creyó que alguien por fin lo miró. En el bar que nunca estuvo en vida solo queda en recuerdo una pequeña mancha de adiós, un silencio que siempre dura pero no gracias a él. 
La mujer que se cruzo en el camino escucho una voz pero no supo de donde vino por eso se alejo extrañada de allí, pensando que solo fue su recuerdo de alguien que alguna vez vio y que sintió esa pequeña chispa de amor, o de compasión por alguien ajeno, por alguien distinto.

En su triste camino Juan Pablo nunca miro a la luna, desconociendo que allí yace su pequeño y olvido corazón.

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